Cuando tomé la decisión de ser uno más de la avanzada que busca repoblar los pueblos de la España rural, teniendo como principal objetivo ampliar mi felicidad, escogí El Bierzo.

O, también es posible, él me eligió a mí, me puso aquí y me mostró día a día y sin cesar su belleza. Los humanos tenemos espíritu, es posible que los territorios también lo tengan. Si es así, el mío conectó desde el primer día con ese espíritu que los astures y romanos aquí encontraron, sumando a todos los que han venido desde tiempos inmemoriales y dejaron el suyo flotando en la historia de esta comarca. Y estas líneas madrugadoras que escribo sin prisa y en estado de apertura mental a la sombra de un viejo cerezo, guardián de mí huerto, son los suspiros verbales de mi alma agradecida, que despertó escuchando un concierto que las aves de mí calle, al parecer, tenían preparado para este domingo, el cual inició más temprano que de costumbre. Bergidum, montañoso, según la etimología más aceptada, dio origen al nombre del Bierzo. Algunos han defendido que viene de vergel, que aunque no sea etimológicamente correcto, lo es desde el punto de vista de la fecundidad de esta tierra. Es uno de esos lugares donde el vientre de natura muestra una mayor fertilidad. Lo aprecio en mi huerto y en los cercanos, lo cuentan los viejos con orgullo y lo afirma el que ha probado los frutos de esta tierra bendecida.

Hace meses escribí unas líneas que fueron publicadas en este espacio tituladas «Las Cuatro Dimensiones de un Neorrural en el Universo Berciano«, que son aplicables, según mi criterio, a cualquier persona o grupo familiar que desee vivir la experiencia de asentarse en el medio rural, sea cual sea el territorio a elegir. Esas cuatro dimensiones (la personal, la social, la territorial y la temporal) son los elementos esenciales de una teoría, si podemos llamarla así, que he venido desarrollando de manera informal pero basada en mi experiencia como neorrural y las cavilaciones que derivan de ella, que intenta explicar que existen funciones directas entre nosotros – dimensión personal – y los otros tres elementos, lo social, el territorio y la temporalidad. Es una ecuación compleja, que es importante resolver antes de ir a vivir a un pueblo. También tuve la fortuna de que fuesen publicadas en este medio, por separado, mis reflexiones respecto de dos de esas dimensiones, la del rol propio o dimensión del propio yo y también sobre la dimensión social.

En esta oportunidad voy a abordar, cómo siempre, desde mi perspectiva, la dimensión territorial, no sin antes dejar en claro que existe una transversalidad absoluta entre esas cuatro dimensiones, que se pueden explicar por separado, pero de ninguna manera pueden entenderse o ser analizadas de manera aislada cada una de ellas, ya que están muy conectadas entre sí y, además, es muy importante considerar que esas dimensiones están en constante movimiento por la indefectible nueva realidad que se nos presenta cada vez a mayor velocidad: el cambio, difícil de descifrar para cualquiera. Éste, el cambio, afecta nuestra manera de pensar y sentir, la de cada uno de nosotros y la de la masa social, impacta la potencialidad de los diferentes territorios y altera los plazos de desarrollo y puesta en marcha de soluciones. Por eso me invito constantemente a tratar de entender el impacto de los cambios en estas dimensiones, tanto en lo global como en lo específicamente rural, para intentar ajustar mi visión y poder expresarla de manera coherente.

El territorio que elijamos en nuestro proyecto de ser neorrurales, va a ser muy determinante en los resultados. Antes de explicar en detalle lo que para mí representa esta dimensión, quiero contar algunas cosas que suelen ocurrirme. Hace una semana estaba realizando labores de mantenimiento y yo diría que de embellecimiento, en un sector alto del pueblo llamado Las Cabañas, las que utilizaban tiempo atrás para el pastoreo de ovejas y cabras, donde existe un merendero que regala vistas hermosas. Mirando desde la altura ese hermoso paisaje, reflexionaba sobre los recursos materiales que El Bierzo guarda, tanto los que se aprovechan como los que esperan por ser aprovechados responsablemente. Y se fundieron en mí lo hermoso del paisaje y la potencialidad de desarrollo. O cuando hace pocos días y en dos momentos distintos, sediento y con mucho calor por el esfuerzo y el clima, tomé agua de dos fuentes maravillosas ubicadas en la parte alta poblada del pueblo, fresca, cristalina y sin clorar, refrescando mi cuerpo y pensando que aquí en Corullón hay agua de calidad para consumo y para riego. Agua que corre libre, ojalá sea por siempre. En ambas ocasiones, el agua que mana de esas laderas benditas refrescó mi garganta y mi alma. Para mí es imposible separar belleza y recursos, son parte del territorio y de la vida. La idea es que los neorrurales podamos fundir el proyecto de vida con el proyecto laboral o profesional, disfrutar de ambos destinos o propósitos en un mismo recorrido, transitando por un sendero de plenitud existencial. Al final, la mayoría de nosotros deseamos ser felices cuando decidimos vivir en el medio rural, lo que hace necesaria una conjunción entre nuestro sistema de valores y las actividades que llevemos a cabo, las bondades del territorio y la inserción social, en los plazos idóneos.

El territorio que vayamos a elegir para desarrollar nuestros propósitos deberá ofrecer los elementos necesarios para que podamos fluir en esa doble búsqueda. La clave está en, por un lado, inventariar sus recursos materiales disponibles y, por el otro, evaluar sus características en función de nuestras preferencias, posibilidades y limitaciones. Los recursos los podemos clasificar como: forestales, hídricos, agrícolas, de infraestructura, financieros. Están también los servicios, de telecomunicaciones, de salud, educativos, entre otros. No vamos a desglosar cada uno de los recursos y servicios de un territorio, ese ejercicio vale la pena hacerlo cada quien al momento de evaluar nuestro destino rural. El clima es otro importante factor a tener en cuenta. Podemos toparnos con pueblos muy fríos en el invierno u otros muy calientes durante verano Y, por último, los elementos intangibles, como ocurre aquí en El Bierzo, comarca que tiene una bien ganada fama en lo relativo a la calidad de los alimentos que produce, sean frescos o procesados. Recursos, servicios, clima e intangibles, elementos del territorio que cuando nuestra dimensión personal (lo que necesitamos, deseamos y de lo que somos capaces) encuentra conexiones con todos ellos, facilita aquello de lo que hablamos antes, la concreción en paralelo del proyecto de vida y el profesional.

Antes de convertirnos en neorrurales, hay que hacerse las preguntas pertinentes e investigar hasta encontrar las respuestas. Más allá del deseo de vivir en un pueblo, porque nos atrae la idea, debemos entender que es una decisión muy importante, que amerita un análisis profundo antes de dar un paso. A mí me ha llenado de aprendizaje y de madurez esta experiencia de seis meses, me ha conectado más conmigo mismo y me ha regalado nuevos amigos y afectos. Algunas veces me digo a mí mismo «estoy viviendo en la España rural», sorprendido, como si apenas hubiese llegado ayer. Creo que el territorio no deja de sorprenderme con su belleza y potencial. Eso lo agradezco cada día. Es un buen signo.

W. José Pérez

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