«Ya superamos la quinta semana de nuestra aventura de asentamiento en el mundo rural. La iniciamos mi hija y yo recorriendo la carretera que une Corullón con Horta,

caminando sin prisa y dejándonos sorprender por los bellos paisajes que protagoniza el río Burbia. A orillas de la carretera cientos de castaños con algunos pocos erizos en sus ramas negados a caer al tapiz de hojarasca y a orillas del río los chopos, esbeltos y desnudos, testigos mudos del pasar de las aguas. El murmullo del río parece querer contarnos algún secreto. Con los ojos cerrados se escucha mejor y se siente un frescor en el alma. Prometimos hacer de nuevo el recorrido, para volver a escuchar el susurro mágico que emite el agua entre las piedras cuando nos hacemos cómplices del río cuentacuentos.

Hicimos otros recorridos por las empinadas calles de la parte alta del pueblo, encontrando muchas casas donde hoy solo viven los recuerdos. Algunas fachadas evidencian que han sido dejadas al deterioro y el olvido, tanto que en varias calles la imagen es fantasmal, triste. En otras, casas bien cuidadas y con un hilo de humo saliendo de los conductos de las chimeneas, produciendo un contraste que no sale de lo incomprensible, a pesar de empeñarnos en buscar explicaciones. Tanta gente que necesita un lugar donde trabajar y vivir, tantos espacios desaprovechados en el mundo rural. Pensamos que éste es un mundo de desacuerdos y de contradicciones que el progreso va dejando en su imperfecta ruta. Pero no olvidemos que es posible revertir la tendencia con empeño compartido, amplio y dinámico, también lo rural es un mundo de valiosas oportunidades.

El día de reyes los techos de pizarra se dejaron invadir por su vieja amiga la escarcha, un abrazo del blanco y el negro que se extendió por todo el pueblo. Los estados del alma, cuando la mirada se hace espiritual, hacen que percibamos un mensaje pleno de sabiduría en cada recuadro del ambiente, cuya lectura nos deja enseñanzas que enriquecen la vivencia. En las tardes, mientras se trabaja en el proyecto para ponerlo en blanco y negro con sus intermedios matices y sumido en cálculos y procesos, en cadenas de valor y oportunidades de mercado, se impone el «yo razonable». Pero cuando se mira y escucha a favor alrededor con los ojos y los oídos sintonizados en la etérea frecuencia del alma, nada se impone excepto la inspiración, que alimenta todo lo demás. Se puede cambiar de estado, pero no de esencia.

Los muy especiales vecinos que nos han apoyado desde el primer día, nos facilitaron esta quinta semana acceso a madera, que hemos aprovechado en reparaciones y como combustible para la estufa. De todas las cosas que hemos vivido desde que llegamos a Corullón, ese apoyo desinteresado ha sido de gran valor y por ende motivador, lo que genera en nosotros un agradecimiento indeleble, eterno. Lo mismo sentimos para con aquellos que hicieron posible el que estemos aquí. Todos son acreedores de nuestro mayor agradecimiento.

Al final de esta quinta semana, temperaturas de -10 grados en Corullón al amanecer, un pueblo hermoso vestido de cristales de hielo. El sol, tímido y reservado, se asoma una que otra vez para decirnos que está allí, detrás del gris, lo que simboliza la esperanza en la fría espera.

¿Qué insoslayable deber hay que atender en esta etapa inicial de nuestra inserción al medio rural y de diseño de futuro?: abrirnos a la influencia inspiradora del bello entorno que nos acoge, para desarrollar una propuesta de valor que encaje según las oportunidades existentes y además obtener los medios para lograrlo, es decir, el qué y el cómo, que ya el por qué lo tenemos más que claro. Para ello habrá que trabajar duro, pedir apoyo, volar y aterrizar, pero siempre bajo la fuerza impulsora de la inspiración y la estructura canalizadora del hábito riguroso. Adaptarse y emprender requiere una armoniosa sincronización de la razón y la pasión, de la mente razonable y el espíritu encendido. Esa es la ruta.»
W. José Pérez

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