Ha pasado poco más de un año desde nuestra llegada a Corullón, ese hermoso rincón del Bierzo que guarda una afamada reputación por sus castañas y sus cerezas.

Ha sido un año de mucho aprendizaje, de acumular sensaciones muy especiales y de conocer gente muy interesante, pero, sobretodo, ha sido un periodo de auto conocimiento y de exploración de diversas facetas, que han ayudado a reforzar en nosotros la idea de que el camino es el propósito.

El paisaje berciano y la gente que aquí habita, han sido permanente fuente de inspiración y esperanza. Este no ha sido un viaje perdido, en ningún sentido, a pesar de que algunas metas se hayan pospuesto, en parte debido a lo imperioso que es satisfacer lo inmediato y primario, además de factores externos difíciles de superar, como lo ha sido la pandemia del Covid. Otros objetivos han sido alcanzados con total satisfacción y, sobretodo, esta etapa ha significado la experimentación de una fase fundamental para sentirnos vivos, en un sentido amplio, existencial.

Ser testigo del paso de las estaciones, cada una cargada de encanto y magia, ser parte de la colmena humana que hace palpitar el corazón del pueblo y tener la oportunidad de conocer a diferentes personas y sus historias, ha ensanchado nuestra visión del mundo, de la vida y de nuestro propio ser. El río Burbia, los montes y las viñas, los sotos de castaños y los cerezales, los huertos y las viejas edificaciones, junto a la historia y las personas de este pueblo que envejece, son ahora y seguirán siendo por siempre elementos incrustados en nuestras almas, para seguir generando recuerdos, inspiración y vivencias.

Nuestros sentidos y nuestra conciencia, nuestra dimensión personal, se ha nutrido de esa conexión que ha surgido entre nosotros y el conjunto que representan el territorio, la gente, la historia y el tiempo. Así van quedando establecidos lazos y compromisos, materializados, por ejemplo, en los libros que están en marcha y los que pronto lo estarán y que persiguen dar valor al terruño que nos acoge; en las pequeñas iniciativas que se van tejiendo para sumar un poco a la dinámica de la región en un futuro no tan lejano y en el aporte del día a día, del que nos sentimos orgullosos ya que aunque en lo práctico perecieran ser simples tareas, en realidad son una necesaria colaboración para mantener vivo a este pueblo, que, como muchos de España, está en peligro de morir, ya lo hace lentamente, pero no es irremediable.

Mientras estos hermosos amaneceres sigan bañando muestras almas con su luz y sus paletas de rosas y malvas, para hacernos cómplices de sus metamensajes de esperanza y renacer, estaremos siendo parte de esta lucha, que no significa más que una diaria oportunidad de aprendizaje, comprensión y crecimiento. Estamos agradecidos por esta vivencia aleccionadora y profunda.

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