«Tercera semana en el pueblo. Son muchas las sensaciones que nos envuelven, como un oleaje suave y rítmico que trae y recoge emociones, afectos y razones.

El espíritu navideño, ese renacer eterno que simbolizan las fiestas decembrinas, se cuela en la vivencia. Nos invita a renacer también, a renovar las ilusiones y a tender una conexión espiritual entre nosotros y esta hermosa región, con cada elemento natural y cultural que nos rodea. Una urraca solitaria y traviesa frente a la ventana y los bellos montes circundantes, evocan lejanos recuerdos que nos hacen reflexionar sobre lo muy valioso que será rescatar cada día el niño soñador y curioso que está allí dentro. Ese niño que se hacía preguntas e imaginaba respuestas, mirando en las tardes serenas aquella montaña que estaba llena de tesoros que luego descubrió, en andares de aventura juvenil.

Esta semana vino con cada amanecer una vieja amiga, la niebla, que levitaba los días enteros acariciando el lomo y las laderas a las montañas de Corullón.Nos trajo cierta calma, desacelerando el «yo emprendedor», que gusta de faenas dinámicas. Y es que de tanto pensar y mirar alrededor, decidimos adoptar un ritmo más cercano al que tiene la naturaleza, que se toma su tiempo para crear lo maravilloso. Sabemos que nuestro empeño no cesará por qué se ralentice el accionar, sólo irá al compás de las estaciones y los necesarios tiempos para articular las ideas y madurar como un vino en una barrica, un aparente reposo en el que realmente ocurren los cambios deseados. El tiempo es un magnífico aliado. Se trata de hacer que opere a nuestro favor para que se materialice la magia.
Una mañana que fui por provisiones hasta Villafranca del Bierzo, noté que caminaba con un paso suave, al punto que por un momento me sentí como un turista entregado a apreciar la belleza del pueblo y la sorpresa que regala al alma lo que es desconocido. Luego reflexioné que me he convertido en un nómada que busca a su alrededor las señales para asentarse.

Trajimos un conejito a casa, una mascota para mi hija, quien va adaptándose poco a poco a nuestra nueva vida. Ella está racionalizando nuestra realidad. Es un cambio de paradigma que conlleva adoptar una nueva mirada. Retomamos los ensayos de música y los paseos, que nos ponen en una frecuencia emocional positiva.

Decoración navideña en casa para crear ambiente y una cena de Nochebuena para dos, mi hija y yo, en la que hablamos sobre renovación y esperanza. Planes compartidos y echar de menos a nuestros seres amados, desde un optimismo ahora más calmado. Este momento de vida nos está fortaleciendo y uniendo más, lo sentimos así.

Ante todo el agradecimiento, fuente de felicidad. Un gesto muy noble nos llenó de alegría antes de Nochebuena. Es que cuando alguien que apenas te conoce pone en tus manos una bolsa de obsequio con vinos, turrones y dulces, la sorpresa y la buena intención recibida te hinchan el corazón. Por eso no solo pusimos esos regalos al pie del árbol navideño que adorna nuestra sala, también están esos obsequios en el banco de nuestros recuerdos especiales, asociados a esta nueva etapa que apenas comienza. Los buenos augurios tienen forma de pequeños gestos.

No sabemos que nos depara el futuro. A veces la esperanza juega un partido contra el azar y gana la esperanza. A veces pierde ésta, esperamos que no sea nuestro caso. Nos aferramos a las palabras del poeta libanés Yibrán Jalil Yibrán“ En esos inviernos que soporta el corazón, hay una nube primavera a punto de despertar, detras de la noche más oscura, siempre hay la promesa de un explendido amanecer.»
W. José Pérez Yánez

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