«Segunda semana en el mundo rural.
Decidí salir a correr por la carretera que asciende al mirador de Corullón y a la hermosa edificación de una bodega de vinos que parece cuidar del pueblo desde lo alto.

La temperatura clavada en cero grados, mis pulmones y corazón acompasados con mis piernas y mis pensamientos volando. El olor a tierra húmeda, la hojarasca acolchando el suelo, los pinos, encinos y las nubes colgando del azul celeste me regalaron un baño de naturaleza. Unas vides adormecidas por la proximidad del invierno, muy alineadas y bien cuidadas, que seguramente un soñador plantó en la inclinada ladera, me hicieron pensar que los mejores caminos no son los más fáciles. Más vides, más inclinación y la madre naturaleza alrededor, todos los elementos que aparecían en mi camino iban insuflando optimismo e inspiración a cada paso que daba. El mirador de Corullón me regaló una vista abierta, el paisaje no podia ser más hermoso y me hablaba de historia, de herencia, de relatos olvidados y luchas incesantes.

Por otra parte, algunas cosas han ido más lentas que lo esperado y mis seres amados van sufriendo la colisión que genera el cambio y la distancia. Yo también lo he sentido y es parte innegable de la sinusoidal experiencia emocional que implica vivir esta aventura.

El ritmo de estas dos primeras semanas ha sido acelerado, no obstante se avanza poco, o eso nos parece, desde la perspectiva de las necesidades. Repensar el proyecto y ajustarlo al entorno que voy conociendo, abrir otras posibilidades, buscar aliados y terminar las tareas pendientes; disfrutar de la tranquilidad, llenarse los sentidos de tanta belleza; conectarse con la gente maravillosa que va apareciendo en la senda que vamos transitando; estrechar más y más los lazos con los que nos han acompañado dando apoyo y motivación. Mucho por hacer, mucho por disfrutar y mucho por sentir.

Esta segunda semana vinieron algunos ángeles para demostrar que hay bondad, aunque a veces se esconda. También volvimos a tropezar con personas negadas a la gentileza. Son las dos caras del accionar fundamental humano. Pero lo más importante, el optimismo que genera la autoconfianza y la esperanza que produce confiar en el mundo, nos siguen moviendo hacia el propósito de ser colaboradores de un proceso de evolución del espacio que nos acoge, evolucionando primeramente nosotros. En eso estamos. Lo mejor está por llegar.»

W. José Pérez Yánez

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