«Son seis semanas las que hemos cumplido desde nuestra llegada a Corullón. En adelante estaremos compartiendo nuestra experiencia y reflexiones con menor frecuencia, para plasmar los hitos y otros aportes de carácter reflexivo según vayan ocurriendo las cosas.
Escribir acerca de esta aventura es mucho más que llevar un registro de las actividades y sensaciones que vivimos. Es una oportunidad para poner en orden la cabeza y también para drenar la acumulación de las angustias que conviven con las ilusiones.
El pueblo no deja de regalarnos las dos caras de la realidad. Es un claroscuro, una pintura de marcados contrastes, con la luz y los brillantes tonos de las oportunidades contrapuestos a las sombras y grises de las dificultades. El cuadro se puede ver con distintas miradas, es el observador quien termina por definir el mensaje. Quisiéramos tener otra percepción de las pinceladas que la realidad plasma en el lienzo, pero la lectura que damos, que como sabemos nunca será objetiva del todo, nos dice que algunos caminos se han estrechado, algunos caminos que teníamos en la ruta predefinida antes de llegar aquí y antes de entender que, por ahora, la pandemia y sus efectos de todo tipo imperan y lo seguirán haciendo por un buen tiempo.
Una persona me dijo esta semana que «estos son tiempos para formar alianzas», afirmación que comparto. Las personas, las organizaciones, las instituciones, el mundo rural, Corullón u otros pueblos tienen, tenemos, al final, necesidades coincidentes. Cuando hay una crisis, entiéndase como un cambio profundo, brusco, con consecuencias importantes, no hay otra manera de superarla que no sea mediante el acercamiento de unos a otros para actuar en conjunto, entendiendo que las necesidades de todos son confluentes y por tanto deben serlo también los objetivos y las estrategias. Se lo decíamos a una maravillosa persona a quien tuvimos el placer de conocer esta semana, que «tenemos que tejer los acuerdos desde abajo», para que podamos superar este cambio de era en ganancia para todos. En esa búsqueda estamos, para potenciar y alinear nuestras acciones con las de otros, sean individuos o conjuntos.
Este invierno, que según los registros meteorológicos y los propios testimonios de los vecinos ha sido más intenso de lo habitual, ha sido también para nosotros una experiencia de fuerte aprendizaje con mucho de positivo de cara a entender el entorno y el momento. Este invierno también, en un sentido meramente sensorial, nos ha llenado la vista con los hermosos paisajes que, a medida que vamos conociendo más lugares, nos siguen sorprendiendo con la infinitud de su belleza. Esos cuadros ya son parte de nuestra memoria de lo paisajísticamente eterno. Nos ha quedado especialmente grabado un espeso mar de nubes que cubría a Corullón, visto desde un alto. Arriba, un cielo que no podía ser más azul; alrededor, un cordón de montañas coronadas con esa nieve que atrapa la mirada de manera hipnótica; dentro, en el alma, el regocijo que la belleza causa cuando hay apertura apreciativa. Ya veremos que paisajes nos dejará la primavera, no menos hermosos.
Finalmente, queremos decir que estamos orientando esfuerzos para ampliar las posibilidades (sin dejar a un lado lo que hemos concebido) y que esa amplitud nos permita identificar alguna oportunidad que nos facilite anclarnos en este especial lugar del mundo. Las oportunidades pueden tener otro rostro y estar donde no solemos mirar, por eso hay que intentar ampliar la mirada tanto como el espectro de elementos aprovechables que las coyunturas generan. El verdadero problema será ajustar los tiempos, el corto plazo no parece ser fácil de resolver. Y es que el lado de las amenazas, que solemos evitar mirar, también está en la cancha. El balón está en juego y no debemos jugar para las gradas, hay que hacerlo para el equipo.»
W. José Pérez