<< Son las seis antes meridiem. Mientras tomó un café sorbo a sorbo y con calma ritual, reflexiono acerca de lo que para mí significa el esperado acontecimiento que estoy a punto de vivir: mi primera experiencia en una vendimia.
Por alguna razón, se incrusta en mi mente la idea de que todo amante del vino, del buen vino (el que le gusta a cada quien, aclaratoria obligada), debería vivir la experiencia de vendimiar, al menos por una vez en su vida. Por suerte para mí, diría que mucha, mi iniciación en la cosecha de la uva está pactada con una de las mejores bodegas de España, con vinos de la más alta puntuación y con prácticas respetuosas del ambiente que han sido reconocidas y altamente valoradas por importantes referentes del mundo del vino a nivel internacional. Tomo el desayuno, alisto la mochila y dejo que la emoción me conduzca.
Mientras asciendo en bicicleta hacia el punto de encuentro, la bodega en cuestión, disfruto sin desperdicio del primer regalo que a diario recibimos todos los madrugadores: el amanecer. Primeramente me enamora ese degradé perfecto de azules, que van del más claro a nivel del horizonte del este, al más profundo en el cenit del cielo y el horizonte opuesto, degradé que mágicamente fue abriendo paso a las hermosas pinceladas de rosas que el amanecer pinta sobre las nubes dispersas que observo minutos después. Y a nivel del suelo, una niebla discreta se cuela sigilosamente entre los chopos que guardan al río Burbia, arrastrándose en un suave y lento acariciar, hasta llegar a romperse en los huertos y arboledas que bordean las casas del pueblo de Corullón. Una que otra vez reacciono para darme cuenta que estoy pedaleando y trato de despertar mirando con curiosidad, tanto a mi derecha como a la izquierda, las viñas desperdigadas entre monte, pinares, cerezales y sotos de castaños. Llego a la bodega después de algunos minutos más y me propongo disfrutar al máximo de la tarea por venir.
Después de los preparativos de rigor, los vendimiadores nos damos a la tarea de coger uno a uno los racimos de Mencía y, en no pocas ocasiones, pienso en que cada racimo será, según su tamaño, una, dos o tres copas de algo más que un exquisito vino, sintiendo que en mis manos y las de mis compañeros están futuros momentos de disfrute de personas que puedo imaginar compartiendo instantes inolvidables con la «sangre de la tierra», que es como vengo reconociendo al vino desde hace algunos años. Algunos racimos parecen jugar a las escondidas, hay que esmerarse en la búsqueda para que no queden en la cepa. El color de la uva me tienta a probarla, sucumbiendo al poco tiempo a la tentación, para comprobar lo que imaginaba ocurriría en mis papilas gustativas y recibir el regalo que esas pocas uvas que saltaron de los racimos dieron a mis sentidos.
El día anterior, el cielo abrió sus compuertas y llovió sobre esta tierra bendecida, lo que hinchó las uvas, haciendo que sus propiedades se diluyeran un poco. Para la calidad de vino acostumbrada, sería mejor esperar un poco y por ello se decidió suspender la vendimia, después de cinco horas de cortar y colocar con celo los racimos en cajas, transportadas con afán a la bodega por la cadena humana de la plantilla, un esfuerzo logístico y de comprobación de mucha gente comprometida.
De regreso a casa sobre mi bici, pensaba en Natura y en su rol principal en los resultados. Ella es quien decide, a final de cuentas. No obstante la interrupción de la vendimia, que podría alargarse por días debido a los pronósticos de continuas y copiosas lluvias para los próximos días, celebro mi corta primera experiencia vendimiando, la que agregó elementos que me permiten tener una perspectiva más amplia respecto del mundo rural y sus ventajas y dificultades. Ya llegará el momento de continuar la vendimia, para agradecer a la tierra, el sol, el clima y la mano del hombre por darnos esa maravilla, la uva, que se transforma en vino con la intervención del tiempo y el arte vinícola. Ser Neorrural es aprender a vivir de una manera diferente, más cercana a la naturaleza, a la gente y a uno mismo. El vino acerca a la gente, no sólo al consumirlo, también al producirlo. Detrás de cada copa hay muchas etapas, un gran esfuerzo donde músculo, mente y corazón, con el tiempo de cómplice, generan, transforman y definen uno de los más preciados productos del campo. Yo, mientras Natura actúa, espero seguir aprendiendo de cada etapa vitivinícola, un placer para mí mente inquieta.>>
W. José Pérez